sábado, 20 de octubre de 2012

Vicenta crea una Star-up ( capítulo II)

El siguiente paso de manual habría sido trasladar su idea a un excel. Por suerte, Vicenta sabía contar en duros, medir en cuartos, pesar con medias libras, y un montón de otras extravagancias. Un cerebro así puede con todo, así que el excel se lo saltó.
Sabía lo que quería. Con quién. Pero no cómo. Si no  había logrado follar gratis desde hacía dieciséis años no sería fácil conseguirlo cobrando. Algunos se pasan la vida sin solucionar esa ecuación. Hoy en día en las universidades hay mayoría de chicas, así que  son más las que han aislado la x.
Los martes venía Natalia. Hacía dos años que habían empezado sus visitas, consecuencia de la preocupación de la asistente social. Vicenta le explicó  sus penurias y dificultades.

Entiendo lo que me dice – asentía la asistente social a  con un tono oficial – ¿Puede usted ver qué número pone en su papel?
El treinta y siete, señorita- contestó Vicenta.
Pues son las personas que han venido a explicarme sus problema en el día de hoy. Aún le diría más: a pedirme, cuando no exigirme, soluciones. Lo siento, poco puedo hacer para ayudarla económicamente. Ahora bien, las penas con compañía  son penas compartidas. – le recitó la asistenta.
Y eso ¿que coño quiere decir?– dijo Vicenta.
Que puedo gestionar la visita de una voluntaria que venga a verla cada semana, eh Vicenta. ¿Le gustaría?
Vicenta tardó en contestar. Al fin pensó  que, a las malas, si apretaba el hambre siempre se la podría comer

jueves, 11 de octubre de 2012

Vicenta crea un Startup ( capítulo 1)



No son tiempos fáciles para vivir de una pensión. Al menos no de una  no contributiva. Quizás tampoco para vivir de una pensión por horas en un barrio marginal, pero Vicenta no poseía o regentaba ninguna. Era simplemente la titular de una pensión de 418 euros. Puntualmente ingresada los días 25. La escasez era lo habitual entre el 25 y el 30. Del 1 al 25 era pura miseria y adaptación. Setenta y dos años. Y un físico adaptado a sus leyes.
Los periódicos, siempre el del día anterior, le alimentaban una valentía cabreada. Vicenta no era consciente, pero la realidad le iba dando  determinación, y en eso tuvo suerte. Con esa edad, lo más normal habría sido que le diera un cáncer. Sin saber en qué momento, qué noticia, qué humillación había colmado el vaso, un día decidió que lo que le quedaba de vida lo iba a disfrutar sin privaciones materiales, ni mucho menos morales. A su edad la ética y la moral son cosas que te recuerdan aquel cristal bueno ,de fuera de de España, a aquellos dibujos en paredes que no se atrevieron a estucar o a  presidentes de tierra lejanas.
Vicenta leía los diarios de  igual forma que el resto de mortales que habíamos pasado de leer  la sección de sociedad a la de economía. Conocimientos profundo de economía no tenía pero sí alguna idea, léxico y, por suerte, total desconocimiento de la legislación vigente.
Hizo lo que lo que llamaban un estudio de mercado con resultados altamente frustrantes. En su barrio sólo vio moverse dinero en las tiendas de pakis y en las putas. El primero tenía una dificultad enorme, ya no sólo por la nacionalidad, un pasaporte siempre se puede comprar. Sino por la inversión necesaria.  Y lo de puta, con 72 años... Vicenta no fue guapa ni de joven. Guarrilla si , guapa no.
Tal como se despertó salió de casa con la firme intención de profundizar en sus conocimientos del trabajo de puta. Por si alguien se había olvidado una no es puta sino que trabaja de. Sería bueno que se lo recordaran a médicos, jueces, policías y demás mamíferos engreídos.
No tardó en encontrar un bar  y con el bar una esquina y con la esquina una puta.  Sacó libreta y bolígrafo y, con un sincero interés, se acercó a la muchacha. No más de 40. Nunca saldría en ninguna portada.

-Perdona , ¿me podrías aconsejar cómo trabajar de puta ?- dijo Vicenta con un tono que intentaba ser neutro.
-Mira, guapa, hay más putas que esquinas y tú das asco. Como no engañes a algún ciego quién va a querer follar contigo.

La puta se volvió. Mientras llamaba a un turista que pasaba cerca, Vicenta apuntaba en la libreta. La edad ayuda a distinguir el polvo de  la paja.  Y la información es poder. Dispuesta a seguir aprendiendo se fue animada a por más información.
No tardó en encontrar a una futura compañera y esta vez optó por la sinceridad. Antecedentes, frustraciones y decisión. Esta vez la respuesta fue más comprensiva. La verdad , a veces, rompe murallas. Otras hace que te rompan la cara (no fue el caso).
-Mira, con tu edad olvídate de penetraciones, te gastarías la mitad del dinero en aceites y cremas vaginales. Y, sin ofender, lo más seguro es que ahí abajo haya más de dos labios. Tu única opción serían las felaciones –dijo Felicia, que era la segunda puta (perdón, la segunda persona que Vicenta había encontrado trabajando de puta).
Vicenta volvió apuntar en su libreta lo esencial.  No necesitaba más. No planes de empresa. No proyecciones. No formularios. No Barcelona activa. Tenía target y especialidad. Más que muchos españoles hoy en día.