martes, 6 de mayo de 2014

La quiero a morir





Me levanto. Seis cuarenta y cinco. Si quiero verla tengo que darme prisa. El amor es agotador. Y éste era un amor de días largos. Muy largos.
Erección matutina. Foto. Las alegrías de esta vida deben inmortalizarse. Siempre. Es necesario adecentarse. Me adecento. Salgo de casa: las relaciones han de alimentarse a diario. ¡Tengo tantas ganas de verla!
Llego a su casa a la hora en punto. Se enciende la luz del portal. Cierro los ojos. Juego a imaginarme qué vestido llevará hoy. Espero a que salga para decidir qué vestido llevará. Me gusta ganar. Lleva el vestido blanco. Mi preferido. Me he imaginado tantas veces quitándoselo...
Tengo el tiempo justo de esconderme. Sí, tenemos una relación complicada. Dejo que se aleje. No hay problema. Sé a dónde se dirige. La sigo. Observo cómo camina. No puede ser de este mundo. Es tan bonita mi novia...
Entra en el metro. Una vedette no bajaría mejor las escaleras. Metro lleno, qué novedad. Paso por delante de ella. No me ve. Nunca me ve. Aprovecho para robarle un tímido roce. Me instalo en un rincón. Soy hombre de rincones. Y la miro. Me gusta mirarla. Mirarla me hace olvidar nuestros problemas.
Los días de trabajo son los que peor llevamos. Sólo podemos estar juntos durante el almuerzo y la comida.
Cómo coño se lo harán las demás parejas. Son las ocho. Tengo libre hasta las diez y media. Es horrible. Me quedo a dos calles de su trabajo. Espero. Cada vez que pasa una chica cierro los ojos. Soy tan enamoradizo que tengo miedo de enamorarme. No querría echar a perder nuestra relación.
Soy buena gente.
Contento. Se acerca la hora. El secreto de las relaciones está en esos pequeños momentos. Hoy baja con dos compañeros de trabajo. Ya los tengo vistos. No me caen bien. Ella no sabe que no los soporto, pero cuando la miro todo vuelve a tener sentido.
Sale por la puerta, no sé si es que camina como una modelo o que el mundo se paraliza a sus pies. Entra en el bar de siempre. Nuestro bar. Mini y café con leche. La mesa donde se ha sentado está junto al lavabo. Pido un agua. No espero a que me la sirvan. Hoy desayunaremos más juntos que nunca. Me encierro en el servicio. Y me acerco a la pared.
Pienso que podemos ser originales. Un almuerzo diferente. Apoyo la espalda en la pared. Desayuno de enamorados espalda contra espalda. Somos lo más.
Ha pasado un cuarto de hora. Sé que ha marchado. Son muy estrictos con los horarios en su trabajo.
Bueno, toca esperar hasta la una. La hora de la comida es mágica. Parque, aire fresco y buena compañía. Voy yendo para el parque. Cada uno llevamos nuestro táper. Somos un pareja moderna.
Cuando faltan diez minutos para que venga a comer me acerco a nuestro banco. Espero a que nadie me vea y subo al árbol más cercano. No tarda en llegar. No viene sola. Sabe que me gusta que comamos solos. Está buscanco mis límites. Es tan juguetona... La adoro. Odio al idiota. No abro el táper. Se me ha quitado el hambre. Me relajo.
Deben ser familia porque se abrazan y se dan muestras de afecto en un lugar público. Abro el táper. Mira que enfadarme porque ha quedado con su primo. Se van de la mano. Me parece que me llevaré bien con su primo.
Bajo del árbol. Me pongo el despertador a las cuatro cuarenta y cinco. Aprovecho para echar una siestecita. Quiero estar descansado cuando salga del trabajo.
Sale con su primo. Metro. Yo detrás. Qué raro no van a su casa. Pasamos la parada. Bajan. Yo les sigo. Entran en un portal. Se enciende una luz en el primer piso. Estoy de suerte. No me cuesta mucho escalar hasta el balcón. Qué familia más rara. No se están besando. Me quedo petrificado. No puedo dejar de mirar. Había escuchado muchas historias de sexo entre primos, pero en la adolescencia. No tiene mala polla el primo. En un acto reflejo me miro paquete. Se nota que sólo es sexo. Le esta dando lo suyo, y por detrás, pero ni siquiera se cogen de la mano. Es lo que tiene el sexo entre parientes, no hay ternura. Es todo mecánico. Sonrío. Pienso: qué suerte que tienes macho, seguro que después estará de buen humor. No han acabado que se me escapa una polución. Me tumbo para que no me vean desde la calle. Me quito el pantalón. Los calzoncillos. Me pongo el pantalón. Guardo los calzoncillos en una bolsa con cierre. Apunto: polvo nº siete con Maira. Bajo a la calle. Una vez me he corrido no hay motivo para esperar en el balcón. Pero no quiero que vuelva sola a casa. Hay mucho loco suelto. Aún tarda en salir. Volvemos en silencio. No tenemos mucho que decirnos. Veo cómo entra en su casa. Qué bonito que es este amor. Sólo sería más bonito si ocurriera en París. La quiero a morir pero quién sabe, cualquier día me cruzo y la dejo.