Me
levanto. Seis cuarenta y cinco. Si quiero verla tengo que darme
prisa. El amor es agotador. Y éste era un amor de días largos. Muy
largos.
Erección
matutina. Foto. Las alegrías de esta vida deben inmortalizarse.
Siempre. Es necesario adecentarse. Me adecento. Salgo de casa: las
relaciones han de alimentarse a diario. ¡Tengo tantas ganas de
verla!
Llego a su casa a la hora en punto. Se enciende la luz del portal. Cierro los ojos.
Juego a imaginarme qué vestido llevará hoy. Espero a que salga para
decidir qué vestido llevará. Me gusta ganar. Lleva el vestido
blanco. Mi preferido. Me he imaginado tantas veces quitándoselo...
Tengo
el tiempo justo de esconderme. Sí, tenemos una relación complicada.
Dejo que se aleje. No hay problema. Sé a dónde se dirige. La sigo.
Observo cómo camina. No puede ser de este mundo. Es tan bonita mi
novia...
Entra
en el metro. Una vedette no bajaría mejor las escaleras. Metro
lleno, qué novedad. Paso por delante de ella. No me ve. Nunca me ve.
Aprovecho para robarle un tímido roce. Me instalo en un rincón. Soy
hombre de rincones. Y la miro. Me gusta mirarla. Mirarla me hace
olvidar nuestros problemas.
Los
días de trabajo son los que peor llevamos. Sólo podemos estar
juntos durante el almuerzo y la comida.
Cómo
coño se lo harán las demás parejas. Son las ocho. Tengo libre
hasta las diez y media. Es horrible. Me quedo a dos calles de su
trabajo. Espero. Cada vez que pasa una chica cierro los ojos. Soy tan
enamoradizo que tengo miedo de enamorarme. No querría echar a perder
nuestra relación.
Soy
buena gente.
Contento.
Se acerca la hora. El secreto de las relaciones está en esos
pequeños momentos. Hoy baja con dos compañeros de trabajo. Ya los
tengo vistos. No me caen bien. Ella no sabe que no los soporto, pero
cuando la miro todo vuelve a tener sentido.
Sale
por la puerta, no sé si es que camina como una modelo o que el mundo
se paraliza a sus pies. Entra en el bar de siempre. Nuestro bar. Mini
y café con leche. La mesa donde se ha sentado está junto al lavabo.
Pido un agua. No espero a que me la sirvan. Hoy desayunaremos más
juntos que nunca. Me encierro en el servicio. Y me acerco a la pared.
Pienso
que podemos ser originales. Un almuerzo diferente. Apoyo la espalda
en la pared. Desayuno de enamorados espalda contra espalda. Somos lo
más.
Ha
pasado un cuarto de hora. Sé que ha marchado. Son muy estrictos con
los horarios en su trabajo.
Bueno,
toca esperar hasta la una. La hora de la comida es mágica. Parque,
aire fresco y buena compañía. Voy yendo para el parque. Cada uno
llevamos nuestro táper. Somos un pareja moderna.
Cuando
faltan diez minutos para que venga a comer me acerco a nuestro banco.
Espero a que nadie me vea y subo al árbol más cercano. No tarda en
llegar. No viene sola. Sabe que me gusta que comamos solos. Está
buscanco mis límites. Es tan juguetona... La adoro. Odio al idiota.
No abro el táper. Se me ha quitado el hambre. Me relajo.
Deben
ser familia porque se abrazan y se dan muestras de afecto en un lugar
público. Abro el táper. Mira que enfadarme porque ha quedado con su
primo. Se van de la mano. Me parece que me llevaré bien con su
primo.
Bajo
del árbol. Me pongo el despertador a las cuatro cuarenta y cinco.
Aprovecho para echar una siestecita. Quiero estar descansado cuando
salga del trabajo.
Sale
con su primo. Metro. Yo detrás. Qué raro no van a su casa. Pasamos
la parada. Bajan. Yo les sigo. Entran en un portal. Se enciende una
luz en el primer piso. Estoy de suerte. No me cuesta mucho escalar
hasta el balcón. Qué familia más rara. No se están besando. Me
quedo petrificado. No puedo dejar de mirar. Había escuchado muchas
historias de sexo entre primos, pero en la adolescencia. No tiene
mala polla el primo. En un acto reflejo me miro paquete. Se nota que
sólo es sexo. Le esta dando lo suyo, y por detrás, pero ni siquiera
se cogen de la mano. Es lo que tiene el sexo entre parientes, no hay
ternura. Es todo mecánico. Sonrío. Pienso: qué suerte que tienes
macho, seguro que después estará de buen humor. No han acabado que
se me escapa una polución. Me tumbo para que no me vean desde la
calle. Me quito el pantalón. Los calzoncillos. Me pongo el pantalón.
Guardo los calzoncillos en una bolsa con cierre. Apunto: polvo nº
siete con Maira. Bajo a la calle. Una vez me he corrido no hay motivo
para esperar en el balcón. Pero no quiero que vuelva sola a casa.
Hay mucho loco suelto. Aún tarda en salir. Volvemos en silencio. No
tenemos mucho que decirnos. Veo cómo entra en su casa. Qué bonito
que es este amor. Sólo sería más bonito si ocurriera en París. La
quiero a morir pero quién sabe, cualquier día me cruzo y la dejo.