martes, 28 de julio de 2009

Capítulo IV reunión de pastores, ovejas muertas

Capítulo IV.-

Cómo la vieja de los cojones vuelve a aparecer en mi vida.

Yodo. Mi vida depende de que encuentre yodo. La vieja tenía todos los dientes, como certifica el contorno del agujero de mi brazo, y creerá Dios que ni uno del mismo color. No he visto tantas tonalidades de negro ni en una procesión. O encuentro yodo o no me salvan ni los yogures con bichitos. A pesar de mis angustias, en la farmacia de la esquina tenían yodo, por suerte.
Una vez asegurado el tener un futuro y después de un bajón, no por inesperado ilógico, las tornas se han dado vuelta. Ya no es una historia del chico del piso pequeño, noooo, ahora hay otro sumando. Ahora, es una cosa entra la vieja y yo. Ahora, además, es personal.
Tres días enteros frente al supermercado, hasta volver a ver a la vieja, cosas de la pensión, supongo. Tres días haciéndome pasar por mendigo, bueno, pasándolas putas porque como bien suponéis yo soy más bién actor del método. Así que llevo tres días mendigando en la puerta del supermercado, durmiendo con mi cartel “ayúdenme a no dar pena, suéltenme pasta. Juro por Dios que no es para vino”. El resultado, 23,04 euros, tres insultos, dos intentos de evangelización y la constatación de que cagar en la calle es una de las liberaciones más grandes que le queda al ser humano. Nunca he estado tan cerca de mi lado animal. Al fin, ya es mía.
Si no fuera por el pestazo, el seguimiento a una persona por parte de un mendigo sería tarea fácil. Post it mental, posibilidades de negocio: agencia de detectives sin techo. Aún caerá una subvención. Vivan los fondos de cohesión de la Comunidad Europea.
La ventaja de seguir a una persona anciana, yo también se utilizar argot correctito, es que va despacio. Así, después de tres manzanas, que parecieron tres sandías llegamos a un punto muerto. Vivía en una residencia. Cada momento que pasaba admiraba más a la clase delincuente… qué difícil es matar a una persona. Saqué el móvil, una foto podría ser de ayuda.
-Guarro, ¿a quién le has robado el móvil?- dijo un mosso de esquadra que apareció de la nada.
-Disculpe, señor agente, como puede ver yo no soy ningún punky, así que creo que el adjetivo guarro debe ser un error. Pídame perdón y zanjemos este triste incidente-dijo Néstor.
-Disculpe, caballero, no me he dado cuenta- dijo un sorprendido policía-¡Pero qué dices anormal! yo te llamo guarro y si quiero de meto dos ostias .
-Me parece notar una cierta hostilidad.-
Las dos primeras ostias no las vio venir.

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