viernes, 29 de mayo de 2009

Historia de vida ( primera parte )


En memoria de mi tío Jose.

De repente me elevé. Poco a poco mi cuerpo se despegaba del suelo e irremediablemente ascendía, sin ningún control. Estaba acojonado. Cerré los ojos. –joder, joder piensa…qué coño está pasando-. No me atrevía a abrirlos, pero notaba que seguía subiendo. Y de repente, zas, algún cabrón me da una colleja. Si no estuviera tan acojonado le metía una hostia que no lo iban a reconocer ni con un análisis dental, pero prefiero mantener los ojos cerrados. Decido cascarle sólo en caso de que el soplagaitas me vuelva a dar. Entonces sí que le voy a meter la tráquea por el culo. Sigo con los ojos cerrados, al menos un minuto, que me parece un siglo. En ese minuto me he imaginado al agresor de todos los tamaños hasta convencerme de que el cabrón es muy alto, así que me lo figuro en pulgadas, que impresiona menos. Por fin, en un acto de valentía, abro los ojos. Sére idiota, no me he de esforzar lo más mínimo para volver a cerrarlos, así es el ser humano; no veo, pues mejor. Y el negro no aparece, porque a estas alturas, con la suerte que tengo, la mole es un negrata dos metros (esta descripción no deja de ser un homenaje al cine americano de los 70, sirva de aclaración para los amantes de lo políticamente correcto).
Bien José piensa qué coño pasa. Qué hice ayer para estar volando ahora en mi habitación. No me drogué, de eso estoy casi seguro, pero dejo la puerta abierta a la posibilidad. Una explicación cartesiana me relajaría el alma y me permitiría enfrentarme al negro de atrás con energías renovadas, qué digo renovadas, redobladas. Por favor que me haya drogado, eso, que me haya drogado, pero mucho. Y en éstas, que la mente sin estímulos visuales es muy mala, va y se dispara. Y ahora el negro mide 142 pulgadas, y noten ustedes que utilizo pulgadas por que el acojone va en aumento. Que lo veo todo claro sin necesidad de abrir los ojos, la bestia me quiere sodomizar. Me tiembla todo, no sé si de excitación o de miedo y en verdad no lo quiero saber. Y me parece escuchar un plas, plas, plas… Y es que dos más dos son cuatro, el joputa se la está meneado, su único objetivo es concentrar sangre. Quiere que haya la mínima resistencia. Me palpo la pierna para comprobar al menos si llevo pantalón. Estoy perdido, llevo una bata de hospital, abierta por detrás. Sigan conmigo la secuencia: dos metros, negro… el culo al aire y un pollón a mis espaldas.
Intento relajarme. Inspiro. Expiro. Inspiro. Expiro. Respiro. Respiro. Y pienso, qué ha pasado para que esté flotando aquí en mi habitación. Y a medida que me acuerdo me viene un bajón tremendo, tengo cáncer y esta mañana me han sedado para que deje de sufrir. Entonces, qué coño hace el puto negro en mi espalda. Y de repente el negro ya no me importa tanto, si me quiere sodomizar, a lo mejor es la última alegría que me otorga la vida. Poco a poco abro los ojos, dejo que penetre la luz. Vuelvo la cabeza y el negro no está. Y pienso que la vida no es propensa a dar alegrías póstumas. Donde está el negro. Me estoy muriendo y quiero al puto negro. Si no me quiere sodomizar ya se la chuparé yo. No me importaría que no fuera negro, ni que no mida nos metros…

CONTINUARÁ

No hay comentarios:

Publicar un comentario